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Sense 8 y su oda a la humanidad

  • Foto del escritor: Marco Avila Rodriguez
    Marco Avila Rodriguez
  • 20 nov 2018
  • 5 Min. de lectura

Una pequeña reflexión muy personal acerca de la obra de Lana Wachowski y Lilly Wachowski (Autoras de titanes del cine como Matrix, V de Vendetta, Jupiter Ascending y Cloud Atlas), una serie producida por Netflix y estrenada en el año 2015. Una mega-producción realizada en ocho lugares diferentes de todo el mundo y que nos cuenta más que un drama de ciencia ficción, exlora la universalidad del ser humano y la belleza del amor en todos sus niveles, una continuación directa su predecesor: Cloud Atlas.

De acuerdo, en primera instancia será complicado resolver todos los puntos que quiero tocar de la serie intentando no entrometer juicios demasiado personales.

Como primera instancia, he de declarar que Sense8 es una oda a la humanidad, y eso es debido al amor, en todo sentido de la palabra: dentro y fuera de la serie.

Dentro en la constitución de sus personajes, sus relaciones interpersonales manifestando amor sí mismos, amor por sus seres queridos –como la familia-, por sus amigos, por una conexión más allá –entre los senses-, en sus parejas –heterosexuales, homosexuales, transexuales, bisexuales, polígamas-, etc. Dentro de la serie al ver cómo funciona el amor en sus diferentes grados, en los personajes exteriores a los principales, en el mismo mundo en el que sucede todo.

Y fuera de la misma serie al ver el amor por el trabajo, el cariño puesto en la obra, el tiempo, la dedicación, el esfuerzo y sobre todo, la perseverancia de los directores, los guionistas, los actores, todo el equipo de trabajo, pero sobre ellos está aquel ser que dio pie a que naciera esto, la creadora y directora general, ese ser.

Lo cierto es que a primera vista uno puede pensar que es todo un desastre al meter todos estos tipos de amor sin algún orden aparente, pero se ha de decir que trabaja bajo dos conceptos aparentemente irreconciliables: el caos (En un sentido Homérico) y real. En primera instancia esta diferencia abismal se debe a que nunca hemos conocido y conoceremos al caos mismo, es algo que un sentido mitológico griego es exclusivo de las más altas divinidades; y que por el contrario, el otro concepto es meramente terrenal y humano. Pero entendiendo el caos en el sentido que es un orden que se maneja a partir de un orden más complejo y multi-variado, aparentemente no tiene lógica, cuando lo cierto es que una red de infinitas decisiones; y el segundo por el hecho de que este tipo de amor, es sin más, el que vive hoy en día y se ha de celebrar, en el mundo existen cada una de estas preferencias y maneras de amar que la serie retoma y retrata con sumo respeto. Cierto es y será que la serie será juzgada por ser efectista en el sentido a que apela más a un público LGBT, pero lo cierto es que no es así: sí, la serie presenta personajes LGBTTTIQ, pero la historia no gira en torno a ellos, gira en torno a todos, les presta de igual manera atención a cada una de las relaciones haciéndolas evolucionar –aunque apresuradamente como se ve el final abrupto de Wolfgang, Kala y Rajan-. La serie quiere unir estos tipos de amor en un proyecto titánico en todos los aspectos, no se quiere ser efectista por ganarse público de todos los sectores, por el contrario, anhela la felicidad de cada diferencia de personas, es una oda al amor y sus múltiples y complicadas diferencias, es una oda al amor por lo que se hace y al arte, una oda a la humanidad entera.

Respecto a su final, es una obra con matices muy marcados: es un juego de claros y oscuros a manera barroca. Tiene problemas de ritmo, algunas veces se siente forzadas las escenas y alguna toma –en específico de pelea-, hay de igual modo problemas al apresurar momentos importantes para la trama y personajes que se notan, estaban planeadas para las temporadas futuras. Pero que tomando en cuenta el tiempo de duración del capítulo –que se quiera o no, es relevante por la cancelación abrupta por parte de la plataforma- está resuelta de una manera asombrosa, tomando en cuenta el hecho de que está grabada en varias ciudades le mundo –principalmente Europa-, y que el montaje en esta serie es un trabajo titánico. Por lo que el mayor de los puntos es sin duda alguna esa resolución del montaje, la fotografía, la música, los personajes y las escenas que con tan poco tiempo nos brindaron un trabajo maravilloso. El montaje y la dirección son por lejos lo que más brilla dentro y fuera del mercado y de las series o películas, dirigir a tantos actores, en tantos lugares tan diferentes, con historias y contextos completamente únicos y específicos, montarlo de una manera en la que fluyese tanto y no se sienta forzada la transición de una escena a otra, los diálogos, las acciones, las miradas y los gestos –además de mencionar honradamente a la iluminación- es algo que no se había logrado tan bien y en un tiempo tan corto.

Otra cosa sería sin duda alguna la última escena de toda la serie, a manera de recuerdo de la primera temporada y su orgía metafísica, se redime por completo de su segunda temporada donde vemos como la escena es imitada por mera satisfacción a sus fans, pero que ahora, retoma el concepto de amor y lo impregna completamente en cada segundo. La estética de la escena puede parecer pretenciosa, demasiado “bella”, pero que siendo nosotros los espectadores, ¿hay acaso algo más hermoso que hacer el amor y no solo coger? La fotografía, los colores, los encuadres, la iluminación, la edición, el montaje y todo lo que entra por la vista es simplemente hermoso y romántico, es lenta, a veces apresurada, es sensual y erótica sin llegar a ser pornográfica o morbosa, muestra lo que tiene que mostrar y con eso juega. La música es quien marca el ritmo y acentúa la elegancia y majestuosidad del amor. Puede llamarse de igual modo efectista en un aspecto Tarkovskiano, pero que lejos de llegar al espectador gracias a la música, lo cierto es que por medio de los ojos transmite y mueve demasiado, y que le da a la música la misma importancia. De nuevo, es una orgía metafísica con todos los personajes, pero alejada del mero espectáculo de la segunda temporada, aquí retoma a la primera y la lleva más lejos.

La serie podrá ser llamada la serie más “políticamente correcta” de ahora, aunque lo cierto es que no quiere ser ello, solo quiere agradecer por medio de su retrato al amor y que el mismo amor lo puede todo. Si no, no tendríamos un último capítulo.


 
 
 

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