Lazzaro Felice y el interés humano
- Marco Avila Rodriguez
- 19 ene 2019
- 6 Min. de lectura
Lazzaro Felicce y la voluntad humana
Una película del año 2018, dirigida por Alice Rohrwacher, cinta que pasó desapercibida por gran parte del público, pasando sin pena ni gloria ante los ojos u odios de aquellos fanáticos del cine. Una película que sin importar cuánta fama obtuvo, nos expresa un sentimiento de naturaleza humana poco vista.
A pesar de no contar con los aires llenos de sensualidad, erotismo o carnalidad muy presente en el cine italiano, si conserva la atmosfera del calor y abrazador, diferente al calor húmedo del verano, recuerda más a la árida estadía de los personajes de Luca Guadagnino en A Bigger Splash (2015), sin embargo, aquí es acompañado del trabajo físico y la relación con la tierra será más cercana que los personajes rodeados de lujos.
La historia nos cuenta la vida de un pequeño pueblo llamado Inviolata en Italia, donde todos los residentes trabajan para la familia Alfonsina de Luna; Teresa, la cabeza de la familia es quien mantiene a sus trabajadores en un ambiente que recuerda las épocas en las que la salubridad, la salud y el descanso no eran más que lujos para las familias adineradas, situación que se encargaba de mantener hasta tiempos de ahora sin mencionarle nada a sus trabajadores. Un joven de nombre Lazzaro será al que acompañaremos en momentos de su vida y que no mostrará en pantalla la bondad de su alma. Lazzaro conoce al marqués, hijo de la señora Alfonsina, de nombre Tancredi quien podrá en una complicada situación a Lazzaro después de conocerlo.
La película expone cómo todos en el pueblo se aprovechan del joven en pro de su satisfacción o comodidad, o por mera diversión. Sin embargo, a Lazzaro no parece ni expresa molestia al quedarse noches cuidando el gallinero, preparando café amablemente que finalmente será desperdiciado, cuidar del joven marques, o trabajar de más; el muchacho acepta todas estas demandas sin alguna molestia o queja, tranquilo y amablemente cumple con las tareas. Después de haber conocido a Tancredi y que este escapara al escondite donde Lazzaro reposaba, se va construyendo una amistad en la que Lazzaro cumple los caprichos del joven marques a la par que va construyendo un sentimiento de familiaridad con él, al comentarle que pueden ser medios hermanos, cuando queda claro que no lo pueden ser, pero la humildad de Lazzaro cree esto y se aferra a no disgustarlo que llegada a cierto punto de la película, el joven se queda consternado al pensar que puede estar poniéndose a él y su trabajo primeramente que el bienestar de su amigo. Luego de enfermarse y en su afán de mantener la comodidad de Tancredi, atraviesa una colina con fiebre y tambaleándose para finalmente caer por un barranco mientras todos los del pueblo son sacados del pueblo por la injusticia laboral y son llevados a la ciudad.
Aquí es donde la película deja los aires naturalistas, realistas y rurales para adentrarse al realismo mágico y casi surrealista: después de que todos son llevados del pueblo y la familia Alfonsina de Luna queda en bancarrota, Lazzaro es encontrado por un lobo que parece ejercer un papel totémico al brindarle la posibilidad de regresar y encontrar al pueblo que lo crío, un regreso que anhela. Empero, no regresa al mismo tiempo en el que cayó, sino que regresa lo que parece ser quince años después, regresa a la casa pero no encuentra a nadie, todo está solo y lo único con lo que se topa son dos ladrones que usurpan aquello que puedan vender. Después de ser engañado y decirle que todos se mudaron emprende un camino a pie que a pesar de la nieve no desiste hasta volver a encontrarse con los ladrones, primero lo toman de rehén y después lo sueltan, pero es en ese momento donde Antonia, una de las chicas con las que trabaja lo reconoce y queda pasmada al ver que no le ha pasado el tiempo a él, que sigue tal cual como lo recuerda, convence a los ladrones de llevárselo a casa y darle techo.
En su casa se encuentra con los padres de Antonia, y revela que uno de los ladrones es Pippo, uno de los niños del pueblo que no reconoce a Lazzaro a primera vista. Los adultos mayores se niegan a aceptarlo al pensar que es un fantasma o el diablo y lo terminan mandando a trabajar con Antonio vendiendo objetos. Antonia se niega a seguir trabajando con él debido a que siente el yugo de la culpa al engañar a la gente y que la bondad de Lazzaro sirva como un reflejo de sus acciones, ya que parece ser que en él no hay lugar para el engaño o la maldad: la hace sentir incómoda. Después Lazzaro comienza a señalarles las riquezas que crecían en sus narices y quedan maravillados con ello, tanto que comienzan a recolectarlas y venderlas en el mercado; y es en una de estas recolectas donde Lazzaro encuentra al perro de Tancredi y lo sigue, encontrándose con él y pasando la tarde todos juntos, es el amigo de Lazzaro que los invita a almorzar en su casa en presencia de su madre.
Terminan aceptando y a la mañana siguiente todos se arreglan, compran dulces caros y gastan todo lo que tienen, pero al llegar al lugar es la señora Teresa quién los corre ya que Tancredi ignora haberlos invitado, no sin antes pedirles que dejen la caja de dulces, a lo que Antonio acepta creyendo aún en la bondad de su expatrona. Después de esto, en su regreso a casa, Lazzaro es embelesado con la música del órgano que sale de una capilla cercana, todos van a escuchar pero no les permiten quedarse debido a que era un concierto privado, y poco después de que se van, es la música –por medio del aire- que se va y abandona el recinto, acompañando a la familia y llenándolos de la idea de regresar al pueblo, a sus casas y vivir ahí. Todos se encuentran emocionados, todos menos Lazzaro que al encontrarse un árbol y recordar a Tancredi y a su madre, decide ir al banco a crear una conmoción intentando buscarles justicia, pero es ahí, en la máxima simbolización del capitalismo y el mundo actual, donde muere y el lobo termina regresando a la tierra de donde vino.
En lo personal la película me parece bellísima, cruel al mismo tiempo que noble o humilde, el retrato de un ser bondadoso donde no cabe el interés personal ni la maldad siendo víctima de su misma bondad, una propuesta de lo que sería ser un santo en el contemporáneo, a partir de un fenómeno sobrenatural o mágico –y casi divino- expone tanto el cambio temporal como físico de los personajes, pero también como su naturaleza se mantiene inmute: Antonia puede engañar y salirse con la suya, pero sigue siendo la misma chica que siente remordimiento y sabe que lo que hace está mal, que no es lo correcto; Tancredi sigue siendo el mismo muchacho caprichoso y que ve por él, de actuar ególatra sigue poniendo por encima de todo su bienestar; Teresa por su parte no cambió en un sentido más noble, sino que se sigue aferrado a la vida que tenía llena de lujos, como muestra están los chocolates que pide a Antonia, y que al obtenerlos, desecha a Antonia y su familia. Es interesante ver cómo todos ven por sus intereses, ignoran la nobleza con la que Lazzaro complace y actúa para sacarle mayor provecho. Desde un padre que se limita a ver como el joven carga con cajas, sacos o muebles, hasta como las madres no le permiten quedarse a escuchar algo tan simple y bello como la música y correrlos.
Principalmente me atrapa el retrato de la humildad y la nobleza con la que Lazzaro vive, actúa y se relaciona, como en él no puede haber envidia, enojo, ira, lujuria o deseo: simplemente quiere estar y quizá complacer a los demás si así se lo piden. No es un maniquí que no expresa sentimientos ni tampoco una explosión dramática de los mismos, es simple y cumple con expresar felicidad, angustia, preocupación, miedo, alegría o confusión. ¿Cómo sería ser un santo en medio de la jungla de concreto? Parte de la respuesta se encuentra en la última escena de la película donde Lazzaro es pateado por personas dentro del banco, expresando en sus palabras la idea primordial del bienestar propio: “tengo cuatro hijos”.
Es un retrato, una muestra de belleza interior que antes y ahora resaltan los intereses propios con los que las personas se empeñan en hacer realidad, ya sea un pueblo pequeño atrapado en la historia, hasta una sociedad donde el individualismo está al frente. Lazzaro, una figura casi santa o divina en humildad, es víctima de sí misma y de su entorno, tomando acción violenta en nombre de la justicia de un ser querido, un bello ser que inmaculado en esencia, regresa a su origen para ser el último recuerdo de aquellas personas que vivieron en Inviolata.

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