La historia de la fealdad
- Marco Avila Rodriguez
- 20 nov 2018
- 6 Min. de lectura
Un texto que aborda temas del libro "Historia de la fealdad" de Umberto Eco, y donde se exponen varias propuestas tanto pictóricas como de otros medios que hablen acerca del tema en particular y su relación con una estética propia.
¿Un mundo dominado por lo bello?
A partir de lo que se plantea con los textos filosóficos y mitos griegos, se revela el hecho de que para la cultura griega la belleza no era el concepto único con el que vivían y servían del arte, ya que la fealdad, el horror, la tragedia, lo grotesco, visceral, etc., eran parte de su construcción artística y filosófica. Uno de los ejemplos más claros es el Eros, y sus concepciones más complejas de la idea que se ha formado de la cultura popular: la relación cuerpo-alma como un único, sin embargo, la manifestación del amor corpóreo y el amor metafísico surgían como entidades diferentes, de las cuales se desprendían prioridades al Eros de Afrodita Pandemo: carnal y pasional en el que se veía impregnado del idealismo como un Eros inferior donde solo se buscaba el placer del cuerpo y se dejaba de lado el amor por la virtud, el conocimiento, etc. Siendo el otro amor, el de Eros de Afrodita Ucrania en donde puede ser que el cuerpo no sea tan agraciado o no tenga las cualidades ideales dentro de ciertos estándares, pero que es la gracia donde recae el sentimiento. De ello surge en una apropiación más contemporánea a la idea en la que lo feo e indeseable recae realmente en lo interior, en la esencia de la persona, y que si bien puede ser una persona bien parecida que cumpla gratamente con los criterios de belleza impuestos, no significaría el Eros deseado ni armónico más cercano a la idea.
Cómo ejemplo tenemos “The neon demon” del director Nicolas Windin Refn, que en el año 2015 nos mostró el cruel mundo de la moda, el terror que ya no solo se siente a partir del entorno, donde lo de afuera tiene preponderancia por lo interno, sino, por la misma introspección a los bagajes nauseabundos de los personajes. Quienes por medio de la belleza y el hieratismo propio del modelo, nos da cuenta de un degenere casi visceral que es expresado por una violencia tan expresiva, la cual más que un agregado al estilo cinematográfico del autor, construye el estilo como una muestra de carácter donde las acciones reflejan lo interno, y es esa violencia lo que reina en el interior de cada uno de los personajes, un juego donde lo que aparenta ser bello, dulce y bueno, no es más que la fachada para el mismo demonio. Un juego en donde la belleza externa es equivalente a la fealdad moral y ética de cada uno.
Civilización griega y horror
Una característica dentro de la mitología griega es sin duda alguna, la dicotomía entre la belleza y la tragedia, en el que era esta fealdad atroz y cruel se hacía carne a partir de personajes bellos, perfectos y atractivos. Los ejemplos se encuentran en todos los mitos e historias, en el que, personajes jóvenes, bellos y sensuales eran la crueldad hecha cuerpo: asesinatos, parricidios, traiciones, venganzas, etc. Muestra de ello es la pintura de “David y Goliat” de Caravaggio que a pesar de cautivar seductoramente nuestra mirada, ya sea por el manejo de la luz, la distribución, el color, la composición, o el mismo cuerpo del joven lo que nos obliga a seguir viendo; nos da cuenta aquel cautivador personaje de un acto violento en sí mismo, nada agradable. Es David el que toma la moribunda y ensangrentada cabeza de Goliat. Toda aquella belleza ya no sólo física de David sino que también propia del medio de la pintura, nos narran aquel asesinato.
Otro ejemplo mucho más contemporáneo es “The killing of a sacred deer” del griego Yorgos Lanthimos, quien retoma el mito de Ifigenia donde es su padre el que la sacrifica a placer de los dioses por haber asesinado accidentalmente un ciervo sagrado. Es por medio tanto de la belleza de los personajes (a excepción del “oráculo” que actúa como agente externo a la tragedia) como la belleza cinematográfica del medio (la armonía musical, el color tan cuidado, la composición perfecta y simétrica, las actuaciones hieráticas o la misma fotografía) la que narran el horror, el dolor, el drama y la angustia de la historia. Siendo la fotografía un agente en el que el espectador pasa de tomas grandes, bellas y luminosas, a escenas donde la cámara incómoda al voyerista (nosotros) y al observado (el personaje). Una historia donde los personajes son jueces y verdugos de su misma tragedia, y que además, están condenados a vivir.
La filosofía de lo feo
Es en el romanticismo donde lo sublime toma el papel que la belleza alguna vez tuvo como estética imperativa, ya que son los románticos los que se dan cuenta de la complejidad del sentimiento y la experiencia que desembocaba. Siendo la naturaleza motivo principal y ente primordial donde encontraban, vivían y estudiaban lo sublime. Dentro de la experiencia de lo sublime, se encuentra la conciencia de la mortalidad e insignificancia humana que despertaba el horror, el sentimiento más cercano a la muerte y el más sincero peligro que invita a sentir la fatalidad real: un recuerdo constante de que todos hemos de morir y no habrá nada que lo pueda evitar. Y era la fuerza e inconmensurabilidad de la naturaleza lo que aplasta el corazón y la voluntad para dejarnos perplejos ante un poder infinitamente mayor al humano. Es aquello terrible que en “Misterio” de Alexander Scrabin la naturaleza como ente completo y dual (físico en los elementos y metafísico como esencia) nos absorbe en la culminación de la misma humanidad y la trascendencia de la naturaleza, en aquel ente primordial que despertaría horror y peligro en la experiencia musical-visual.
Otro ejemplo en el que se muestra lo insignificante y transitorio del ser humano se haya en toda la obra cinematográfica de Terrence Mallik, el cual a partir del montaje y la narración en tercera persona cuestiona constantemente la esencia del ser humano, lo trascendental de la vida o el misterio de la voluntad en el espíritu humano, y es únicamente a través de la naturaleza que llega al espectador, con paisajes imponentes, escenas alucinantes, recreaciones cósmicas cercanas a la muerte o con diminutos personajes en ruinas que incómoda y maravilla a quien ve sus películas. Explorando también diferentes cuestiones de lo sublime y sus implicaciones como lo puede ser la seducción y elevación espiritual, la ilimitación de la forma o la sensibilidad humana.
Feos e infelices
Son incontables los casos en los que aquellos adefesios, poco agraciados y horripilantes sufren una vida llena de tormentos e injusticias, muy a pesar de la gracia que puedan llevar en sí. Ya que la percepción juega un papel muy importante en las primeras aproximaciones a la esencia de las cosas, aunque es la misma percepción la que trunca la indagación correcta en las cosas. Un ejemplo de ello es el testimonio de Joseph Merric quien al sufrir deformidades y atrofias físicas fue renegado y violentado tanto física como psicológicamente, básicamente desde su nacimiento y hasta su independencia era su padre el que constantemente le repetía que había nacido de un elefante y por eso su aspecto tan horroroso, negando así parte de su cualidad e identidad humana, sintiéndose un ente aparte y ajeno al social. Fue en 1980 cuando David Lynch dirigiera una película-documental que hablara de la vida de Joseph titulándole “El hombre elefante”, fue ahí donde desenmascararía la nobleza y humildad del personaje, que sin interesarle al exterior, siempre fue víctima de su cuerpo.
Infelices y enfermos
La fealdad se hace presente en muchos lados, pero es en la enfermedad donde toma cierta libertad y juega consigo misma para explorar nuevos horizontes. La enfermedad representa el punto más cercano al mayor temor humano: la muerte, se ve tan real que es en la identificación con el moribundo donde ese mismo terror toma y hace víctima al espectador. Ya sea una enfermedad y su consiguiente muerte como liberación del dolor físico y penitencia mundana para el descanso divino (como en los mártires) o como desesperación y miedo a la descomposición de la carne. Es Nicola Samori quien por medio de su obra toma obras importantes y sumamente bellas para replicarlas y transgredirlas, atacándolas, quemándolas o rasgar la tela como introspección a la misma enfermedad de la obra, rompiendo con la idea de la inmortalidad del artista. Además de construir una estética completamente propia que refleja esa inminente putrefacción del ser, haciéndolo carne en su obra. Un ejemplo completamente diferente es Apterus Graphics, ilustrador quién por medio de la carne en descomposición, los gusanos, los cadáveres, la muerte, los fluidos y la enfermedad explota la misma sensualidad y belleza de la que nos hablaba Rosenkranz en sus jóvenes casi muertos a causa de la tuberculosis. Sus personajes se regocijan en su putrefacción, en el juego de la muerte y que no por ella, dejarán de desprender aquel erotismo.
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